En estos tiempos donde la tecnología está por todas partes, es súper normal preguntarse qué tan bueno (o no tanto) es que los y las más pequeños/as usen pantallas. Si eres papá, mamá, tío o cuidador, seguramente alguna vez te has cuestionado si está bien que un niño de dos años mire videos en el celular o si es malo que juegue en la tablet todos los días. Spoiler: no hay que entrar en pánico, pero sí conviene informarse.
Primero, el cerebro de los niños entre 0 y 7 años es como una esponja mágica. Durante esa etapa, se desarrolla a una velocidad impresionante. En esos años, aprenden a hablar, a moverse con más soltura, a reconocer emociones, a formar vínculos, todo gracias al contacto con otras personas, al juego y a explorar el mundo real.
Ahora, ¿qué pasa si, en vez de eso, pasan mucho rato frente a una pantalla? Bueno, ahí es donde suenan las alertas. Según estudios recientes, como uno realizado por la Universidad de Drexel, exponer a los niños menores de 2 años a pantallas puede alterar su forma de procesar estímulos sensoriales. Esto significa que pueden tener más dificultades para reaccionar de forma adecuada a sonidos, luces o caricias, por ejemplo.
Además, un uso excesivo puede afectar la memoria, el desarrollo del lenguaje, la atención y hasta la empatía. Y no es solo un tema de “qué ven”, sino de lo que se están perdiendo: el juego libre, el correr, el hablar con otros, el aburrirse (sí, eso también es sano). Todo eso ayuda a que el cerebro se conecte mejor, y no hay pantalla que lo reemplace.
Pero no se trata de demonizar la tecnología. Las pantallas también pueden ser una herramienta educativa y entretenida si se usan saludablemente. Lo importante es que el uso sea guiado, limitado y adaptado a la edad. ¿Y qué significa eso en la práctica?
Según las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría y otros expertos:
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Menores de 18 meses: nada de pantallas (excepto videollamadas con familiares, por ejemplo).
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Entre 18 y 24 meses: si se usa, que sea contenido de calidad y siempre acompañado por un adulto, en tiempos muy reducidos.
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De 2 a 5 años: máximo una hora al día, también con supervisión.
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Desde los 6 años: se pueden usar más, pero hay que mantener un equilibrio entre pantallas y otras actividades básicas como dormir bien, jugar al aire libre, socializar y hacer ejercicio.
Además, se aconseja establecer “zonas y horarios sin pantallas”, como durante las comidas o antes de dormir, y evitar que los niños tengan dispositivos en sus habitaciones.
Otro tip: predicar con el ejemplo. Si los adultos estamos todo el día pegados al celular, es difícil pedirles a los niños que hagan otra cosa. Por eso, lo mejor es generar momentos de conexión real: juegos en familia, cuentos antes de dormir, caminatas, o simplemente charlas sin distracciones.
Y sí, a veces las pantallas parecen ser una salvación cuando estamos cansados o necesitamos que se entretengan un rato. Es totalmente válido sentir eso. Lo clave es usar la tecnología como un complemento, no como niñera permanente.
En resumen: las pantallas no son malas por sí solas, pero su uso sin control puede afectar el desarrollo de los niños. Con límites claros, participación activa de los adultos y mucho juego real, podemos criar niñeces sanas, felices y también digitales.